A fines del siglo XVI y principios del XVII, comienzan a manifestarse en Italia determinados cambios en el estilo predominante, cuya consecuencia fue la aparición de nuevos conceptos y formas que habían de condicionar la eclosión de un estilo distinto y peculiar. Conceptos y formas que, según la trayectoria normal, se manifestaban principalmente en el arte y de ahí pasan a influenciar las costumbre de la época, no sin antes crear una literatura, incluso una filosofía, que vienen a ser como la estilización de ese modo de sentir y concebir la vida que se llamó estilo barroco.

   El barroco, nacido italiano, pasó rápidamente a Francia, casi podríamos decir que se nacionalizó francés. Por lo menos en cuanto a lámparas se refiere. Y no digamos en lo demás, pues las nuevas formas parecían expresamente creadas para gloria y placer de ese gran rey de Francia que fue Luis XIV (1643-1715), ya que encajaban perfectamente en su concepto fastuoso, exuberante y sensual de las cosas, concepto que aplicó inmediatamente a las artes decorativas, con los espléndidos resultados de todos conocidos.

   Así fue como Francia marcó su impronta en el barroco, dándole características propias y haciendo de él algo netamente francés, al conseguir dotarle de una personalidad nacional completamente vinculada al espíritu del Rey Sol. Refiriéndose a ello, Franz Shnabes ha escrito: » Ninguna historia de ningún otro pueblo muestra, tan claramente como la francesa, la imagen de una cultura configurada y criada por la voluntad del soberano».

   Corresponde a Mazarino el haber dado, en la primera época del reinado de Luis XIV, los iniciales impulsos barrocos que habían de caracterizar las bellas artes francesas de la época. En tiempos de Colbert se creó la Manufactura de los Gobiernos, en la que trabajaron gran número de pintores, escultores, ebanistas, broncistas, tapiceros, grabadores y demás, tanto nacionales como extranjeros. Estos últimos, en su mayoría italianos, dieron nombres tan relevantes como Domingo Cucci y en especial el de Felipe Caffieri, que procedía de las huestes artísticas que rodeaban al papa Alejandro VII.

   El nuevo estilo representa fielmente todo el fausto y etiqueta, halago y adulación de que el rey de los franceses gustaba rodearse, y, enmarcados en él, se celebraban las ceremonias de la corte, se paseaban los nobles con sus engalanadas y un tanto afeminadas vestiduras -que lo parecían de puro refinadas, lujosas- y en su fondo de majestuosa brillantez cobraron gran importancia las cosas pequeñas, como el acto de vestirse el rey cada mañana, convertido por obra y gracia de las exquisitas normas imperantes en una ceremoniosa acción de estado, a la que eran invitados los cortesanos y altas personalidades, llegando a convertirse esta invitación en un gran honor.

Fig. 1. - Girandole. Palacio de Versalles. iglo XVIII

Fig. 1. – Girandole. Palacio de Versalles. iglo XVIII

Con motivo de la boda de los Duques de Bourgongne, celebrada en diciembre de 1647, el rey hizo transformar, para tan señalada ocasión, la gran galería llamada «de los espejos» -que era un lujosísimo aposento del palacio de Versalles, dotado de grandes dimensiones- en un «inmenso mar de luz». El alumbrado lo componían tres hileras de lámparas, treinta y dos girasoles (1) sobre sus correspondientes guerindons (2) dorados y ocho candelabros de tres metros de altura, cada unos provisto de ciento cincuenta bujías.

Todo este lujo descansaba sobre una ornamentación riquísima, que estilizaba, a la manera barroca, motivos romanos, tales como cascos, corazas y lanzas. Garras de león sostenían las columnas, y abundaban mascarones barbudos que eran símbolo del sol.

La riqueza ornamental crea problemas al orfebre francés -seguían siendo los orfebres quienes construían lámparas- y esto les obliga a una superación técnica y artística, que además trae consigo un cambio de material para la construcción de sus primorosas creaciones. El bronce, que ya resultaba un metal poco maleable para las exigencias de los grandes metalúrgicos del Renacimiento italiano, tenía que serlo aún más para los que en Francia trabajaban con el propósito de honrar y aumentar la grandeza de Luis XIV. Apareció, pues, el latón, aleación que sustituye por zinc el estaño que contenía el bronce, sin alterar por ello la cantidad de cobre empleado, y el resultado es un metal amarillo intenso, muy brillante y, lo que se perseguía, de una docilidad muy apta para ser trabajado en las delicadas formas requeridas por el barroco.

La innovación es particularmente útil en el cincelad, mucho más fácil de realizar que en los antiguos trabajos de bronce. Pero, si la nueva aleación fue un éxito para las creaciones de la época, no lo fue así el nombre del metal, que tuvo poca aceptación, por lo que se convino en dar el nombre genérico de bronce -sin duda más pomposo y de sonido más grato- al mencionar todas las aleaciones a base de cobre.

Fig. 2. -Torcheres Luis XIV, perteneciente a la Cámara Real del palacio de Versalles. Son piezas muy similares a los Guerrindón, pero destinadas a un diferente uso.

Fig. 2. -Torcheres Luis XIV, perteneciente a la Cámara Real del palacio de Versalles. Son piezas muy similares a los Guerrindón, pero destinadas a un diferente uso.

Luis XIV consigue que la dirección cultural y artística de Italia pase a Francia. Y para todo arte o artesanía del bronce se inicia, como consecuencia, en este país, una gloriosa etapa que ya nunca será superada. Hablar del bronce artístico, a partir de este momento, será hablar de Francia, que en la época mencionada creó varias importantes novedades en lo que al bronce , aplicado a la luz, o alumbrado, se refiere. Además de la aparición de los «girandoles» que datan de la última época de este período, es de notar una mayor atención hacia los candelabros de mesa y hacia los apliques, aparte de todo ello del más importante hallazgo en este terreno que supone la aparición de la lámpara mixta -metal y cristal-, que se impone casi en las postrimerías del reinado de Luis XIV y que invade más tarde todo el período de la Regencia (3).

   La lámpara colgante de la época está formada, generalmente, por una especie de cestillo de trazado exagonal u octogonal, del cual parten tantos brazos como lados tiene. Estos brazos, de contextura cuadrada, unas veces tienen forma de ese -con la variedad en ocasiones de una especie de nudo en el centro- y otras aparecen constituidos por dos partes distintas y unidas por un elemento -siempre central- a modo de pasadera, que suele ser una pieza lisa en forma de prisma cuadrado. Naturalmente, son brazos que van provistos de sus correspondientes platillo y virola. La parte del centro que partiendo del cestillo repartidos constituye la caña, está rodeada de elementos con dibujos en forma de ese, que en lo alto van rematados por cabezas de damas, en cuyas frentes llevan una diadema. El motivo está frecuentamente repetido en la parte baja de la lámpara, como llevando sobre sí la misión de sostener el peso del cuerpo central (4-5-6)

Fig. 3. -Lámpara de bronce y cristal. Apareció a finales del reinado de Luis XIV

Fig. 3. -Lámpara de bronce y cristal. Apareció a finales del reinado de Luis XIV

Fig. 4. -Lámpara estilo Luis XIV.

Fig. 4. -Lámpara estilo Luis XIV.

Fig. 5. -Lámpara estilo Luis XIV.

Fig. 5. -Lámpara estilo Luis XIV.

Fig. 6. -Lámpara estilo Luis XIV. (A. Charles Boulle.)

Fig. 6. -Lámpara estilo Luis XIV. (A. Charles Boulle.)

Daniel Marot nos ha legado una interesante obra que editó en La Haya por el año 1703, dedicada a los arquitectos, pintores, escultores, orfebres, decoradores y jardineros de la época, y en sus diseños de lámparas Marot se manifiesta como un ser a quien no asusta la pesadez de las cosas y que es, al mismo tiempo, amante de las formas geométricas, lo que da por resultado unas lámparas colgantes secas, pesadas y carentes a menudo de la armonía necesaria. (7)

Fig. 7. - Bocetos de lámparas Luis XIV, por D. Marot.

Fig. 7. – Bocetos de lámparas Luis XIV, por D. Marot.

Fig. 8. -Lámpara estilo barroco. Escuela flamenca. Siglo XVII

Fig. 8. -Lámpara estilo barroco. Escuela flamenca. Siglo XVII

Por el contrario, el mueblista francés André Charles Boulle, realizó lámparas de una singular belleza. Son obras que, dentro del gusto imperante, poseen la gracia y distinción de que carecen los diseños de Marot, lo que acredita a Boulle como el gran artista que fue, inmerso en todo momento en el juego de formas gráciles y delicadas que son las constantes del barroco. (8)

   Los candelabros, al igual que los candeleros de sobremesa, fueron realizados, durante la primera época, en plata, pero debido al excesivo precio de su coste, pronto fueron sustituidos -para usos generales- por los de bronce, si bien tratándose de los destinados a otras funciones, como, por ejemplo, a objetos de culto, la plata no cedió del todo el terreno al bronce y siguió usándose aun en piezas de gran tamaño. El resultado fue que dichos objetos de culto llegaran a realizarse en uno u otro material indistintamente.

Prototipo de lo que podríamos llamar lámpara portátil del estilo Luis XIV es el girandol, que aparece después de haber sido empleados profusamente los candelabros de mesa, elaborados en bronce, que eran de características similares a las de la lámpara colgante. Simultáneamente, se usaban también candeleros de parecidas formas, en unos casos y en otros de un tipo más romanizado, cuya  descripción aparece en nuestro capitulo dedicado al Renacimiento.

   En cuanto a los apliques, ya queda dicho el notable incremento que alcanzaron por entonces (9).

Fig. 9.- Aplique estilo Luis XIV. Realiado por Charles et Fils.

Fig. 9.- Aplique estilo Luis XIV. Realiado por Charles et Fils.

Fig. 10.- Farol Luis XIV. (Versalles.)

Fig. 10.- Farol Luis XIV. (Versalles.)

Sin olvidar que fue en 1700 cuando se construye el, para nosotros, más hermoso farol de Francia, consistente en una estructura de forma geométrica, que lleva, en la cazuela de la parte baja, un adorno de cabezas de león, y cuyo cuerpo está compuesto por piezas de cristal biselado. En la parte alta, unos silenos sostienen la base, que, a su vez, sostiene una corona. Este espléndido farol se encuentra en el palacio de Versalles (10)

Dijimos ya que a esta época –concretamente en los últimos tiempos del reinado de Luis XIV– debemos la aportación del cristal a la lámpara como elemento decorativo, y también, que este tipo de lámpara invadió, por así decirlo, toda la Regencia (incluso los primeros tiempos del reinado de Luis XV, añadimos ahora). Es una lámpara de línea grácil, compuesta de una ligerísima armadura metálica, resultado de unir varias delgadas varillas de metal, generalmente cuadradas, lo que forma un cuerpo de gracioso diseño, semejante a una jaula. De estas varillas parten los brazos destinados a las luces, adornados con «peduloques» de cristal. Y, para reforzar la debilidad de esta estructura, todos los elementos van unidos a una caña central guarnecida por determinadas piezas de cristal de tipos muy diversos que, a modo de pendientes, cuelgan del núcleo total, y van profusamente tallados, cosa que les da una luminosidad y una irisación que, además de aumentar sensiblemente la luz, es de un alto valor decorativo. Se usan estos colgantes en tal cantidad en este tipo de lámpara, que frecuentemente se hace difícil distinguir por ello la forma de su estructura (11).

Fig. 11.- Lámpara de bronce y cristal. Apareció a finales del reinado de Luis XIV.

Fig. 11.- Lámpara de bronce y cristal. Apareció a finales del reinado de Luis XIV.

Paises Bajos

La escuela del Valle del Mosela, norte de Alemania y los centros productores de Flandes siguen, al igual que en el Renacimiento, la evolución lenta y personalísima que ya iniciaron en el gótico. Sus tipos continúan siendo lisos, de cañas torneadas, ahora con silueta de mayor movimiento, grandes bolas en la parte baja y brazos más finos y sencillos, menos rígidos. Esta no es sino la llamada «lámpara holandesa» que llega hasta nuestros días y que es todavía reproducida en cantidades masivas por los fabricantes de hoy (12-13-14).

Fig. 12. -Lámpara estilo barroco. Escuela flamenca. Siglo XVII.

Fig. 12. -Lámpara estilo barroco. Escuela flamenca. Siglo XVII.

Fig. 13. -Lámpara estilo barroco flamenco. Berlín. Siglo XVIII.

Fig. 13. -Lámpara estilo barroco flamenco. Berlín. Siglo XVIII.

Fig. 14. -Lámpara estilo barroco. Escuela del Mosela. Siglo XVII.

Fig. 14. -Lámpara estilo barroco. Escuela del Mosela. Siglo XVII.

Candelabros y candeleros, muy especialmente los dedicados al culto, siguen con sus cañas torneadas, si bien éstas ya no son completamente lisas. Como novedad aparece en ellos una base triangular muy barroca y completamente original. Lübeck añade a esta peculiaridad la columna salomónica, que hace combinar acertadamente con el resto de los elementos que constituyen el candelero (15-16-17).

   Intemporal, y pudiéramos decir clásica, la escuela flamenca tuvo y tiene aún gran influencia en Inglaterra, Países Nórdicos y España.

Fig. 15. -Candelabro barroco. Escuela flamenca. Siglo XVIII. (Museo Santa Ana. Lübeck)

Fig. 15. -Candelabro barroco. Escuela flamenca. Siglo XVIII. (Museo Santa Ana. Lübeck)

Fig. 16. -Candelero barroco. Siglo XVIII. Escuela flamenca, con influencia francesa.

Fig. 16. -Candelero barroco. Siglo XVIII. Escuela flamenca, con influencia francesa.

Fig. 17. -Candelero barroco. Siglo XVIII. (Museo R. A. H. Bruselas.)

Fig. 17. -Candelero barroco. Siglo XVIII. (Museo R. A. H. Bruselas.)

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