Lámparas en el Neoclásico

FRANCIA (Luis XVI)

Según queda reseñado en nuestro capítulo anterior, la vida del inquietante rococó fue muy breve. Esto hubiera sucedido aun sin la ayuda de los importantes acontecimientos históricos que motivaron su caída. Esa su gran originalidad, su gran afán de negar la esencia de los valores funcionales que son la base de los estilos clásicos, forzosamente había de cansar, reclamando un cambio más racional o, cuanto menos, distinto. Y fueron los descubrimientos de Pompeya y Herculano en 1719 y 1748 las causas que en mayor medida favorecieron el relevo de un estilo por otro. El importantísimo suceso de estos hallazgos que causó gran impacto entre las gentes cultas y amantes de las bellas artes, acabó creando un movimiento capaz no solamente de sustituir al rococó decadente y artificioso, cosa que hubiera hecho también con estilos de valores más firmes, sino que, positivamente, creó un nuevo concepto estético a todo lo largo y ancho de la palabra. Elocuente muestra de una transformación tan radical la tenemos en la Pompadour, que mandó a «su hermano, el marqués de Marigny, a Italia, para ser informada directamente de lo que ella llamaba «la verdadera belleza».

J. Stuart y N. Revert, estudiaron los monumentos griegos y, en 1762, publicaron el primer volumen de las «ANTIQUITIES OF ATHENS», que ha sido hasta nuestros días obra de gran interés y estudio. Este renacimiento de los estilos grecoromanos, es decir, las lámparas en el neoclásico que aparecen en la Europa de finales del siglo XVIII, son fuertemente asimiladas por Francia, pero imponiéndoles su fisonomía peculiar histórica. Cuando aparece el nuevo estilo, la vida en la corte francesa transcurría todavía en pleno rococó, con sus refinadas frivolidades y sus fère galante que, invariablemente, eran una fère champéire, el mundo elegante y ocioso que tan certera y expresivamente captaron los pinceles de Watteau.

Lámpara María Antonieta

Fig. 74.- Lámpara Antonieta. (Palacio Versalles)

Este mundo, ya en proceso de transformación pero todavía muy semejante a sí mismo en sus maneras expresivas, impone, en la sobriedad de los elementos decorativos grecoromanos, las pastoriles y alegres panderetas de la bucólica mascarada histórica que protagoniza. Rústicos instrumentos musicales, flechas con su correspondiente carcaj, antorchas llameantes, amorcillos, pequeños sátiros, inefables palomas de cuyos picos penden guirnaldas de flores con graciosos lazos de tela, componen la deliciosa mitología menuda que acompaña el más representativo neoclasicismo francés, de cuya frivolidad solo se salvan las severas hojas de acanto, laurel y roble.

Aplique Luis XVI

Fig. 75.- Aplique Luis XVI. (Gran comedor Petit-Trianon)

Lámpara Antonieta

Fig. 76.- Lámpara Antonieta. (Palacio Versalles)

Todo ello es comprensible si descubrimos que los orfebres y diseñadores de tales obras fueron los mismos que tanto ímpetu dieron en fechas anteriores al Rococó, del cual pasaron con relativa facilidad al nuevo estilo. Destacamos de entre ellos a Jean-François Forty, cuya personalidad nos interesa por tratarse del único que editó bocetos de orfebrería y, por lo tanto, también de lámparas. Esta, la llamada lámpara Luis XVI, no extrañará, por lo antedicho, que no respondiera en sus características a las formas romanas que iban dando a conocer los constantes descubrimientos que se realizaban en Pompeya. Inglatetra, con los Adam, Heppelwhite y Sheraton, fue más ortodoxa, igual que también lo fue posteriormente la Francia imperial.

Una descripción de la lámpara Luis XVI, muestra los cuerpos centrales basados en determinados elementos, por cierto no muy variados, que son: la antorcha con su llama, el carcaj, la bellota estilizada y. en ocasiones, ciertos lazos pendientes, en forma de corbata, con un nudo en su parte central del cual salen los brazos. También existen cuerpos de forma más arquitectónica, compuestos de una copa que descansa sobre una sólida base de donde parten los brazos, que en estos casos suelen ser más gruesos y memos airosos que los empleados en los otros cuerpos de lámparas. El brazo más usado tiene forma de trompeta de caza, con grandes variaciones en su interpretación. Unas veces demuestra un total realismo y otras su abstracción es tal que apenas recuerda su origen.

Copia de un aplique perteneciente a María Antonieta, realizada por Charpantier

Fig. 77.- Copia de un aplique perteneciente a María Antonieta, realizada por Charpantier. (L´Eclairage dans la maison)

Candelabro estilo Luis XVI

Fig. 78.- Candelabro estilo Luis XVI. (Versalles)

Diseños de candeleros Luis XVI, por Lalonde

Fig. 79.- Diseños de candelabros Luis XVI, por Lalonde.

En los elementos auxiliares de la ornamentación se ponen en juego todos aquellos que, como más característicos del estilo, hemos comentado ya.
Lo mismo sucede con los apliques, uno de los más peculiares y propios del gusto de la época consiste en consonancia con la lámpara colgante de que ya hemos hablado en una cinta que pende de un botón imitando una corbata de tela que va rematada con borlas. Sujetada en su centro con un nudo, que sujeta a su vez los brazos en forma de trompeta o cuerno de la abundancia indistintamente y adornados muchas veces con zarcillos de acanto, es éste un modelo de aplique típico Luis XVI (75-76-77).

Es, sin duda, en los candeleros y candelabros donde los orfebres franceses obtienen sus mayores éxitos, llegando a realizar con ellos verdaderas obras de arte (80-81-82). Lalonde, uno de los mejores proyectistas de la época, nos ha legado una interesante colección de proyectos de candeleros (79).

La forma de farol Luis XVI más conocida es de una gran sencillez. Se trata de una pequeña lámpara de bronce protegida por un cilindro de cristal, aunque en algunas ocasiones este cuerpo adopta una forma hexagonal u octogonal (83).

Bouillotte Luis XVI

Fig. 80.- Bouillotte Luis XVI

Gran candelabro estilo Luis XVI

Fig. 82.- Gran candelabro estilo Luis XVI. (Petit-Trianon)

Candelero Luis XVI

Fig. 81.- Candelero Luis XVI

Farol estilo Luis XVI

Fig. 83.- Farol estilo Luis XVI. (Petit-Trianon)

LÁMPARAS EN EL NEOCLÁSICO INGLÉS

Como ya hemos dicho sobre las lámparas en el neoclásico, Inglaterra se orienta de modo diferente a Francia. La orfebrería inglesa concede primordial importancia a la perfección técnica y tiene evidente predilección por los trabajos en plata, ya que la finura y sencillez de los modelos que fabrica es propicia al uso de este metal, por lo menos cuando de candeleros y candelabros se trata (84). Los hermanos Adam fueron los que, en sus creaciones, se ciñeron más al estilo pompeyano. Publicaron conjuntamente una obra, «WORK IN ARCHITECTURE», que les ayudó a imponer en Inglaterra su depurado gusto. Estos dos célebres artistas colaboraron con la casa SHEFFIELD establecida en 1743, que exportó sus lámparas a muchos países de Europa y América. Los modelos creados por los Adam en el estilo pompeyano muestran, naturalmente, sus elementos característicos: cazoletas, copas, medallones, esfinges, trípodes sosteniendo pequeños incensarios, guirnaldas.

Todos estos elementos disparatados, absurdos en sus proporciones, mezclados graciosamente con esa indiferencia respecto a la lógica que caracteriza al estilo que tanta finura y delicadeza contiene, son maneados con gran elegancia aquí (85). Es indudable, pues, que los Adam ejercieron una marcada influencia en las artes aplicadas inglesas, logrando crear un estilo dentro de otro y dando origen así al que ha pasado a la historia con las letras de su nombre.

Jorge Heppelwhite y Sheraton, siguiendo la línea marcada por los Adam, crearon también obras muy notables y de gran personalidad.
Concretamente, la lámpara inglesa de esta época se distingue por su sencillez, finura y elegancia. Es, podríamos decir, una lámpara burguesa.

Candeleros del siglo XVIII-XIX

Fig. 84.- Candeleros del siglo XVIII-XIX. (Museo Victoria y Alberto. Londres)

Aplique de Robert Adam

Fig. 85.- Aplique de Robert Adam. (1872)

IMPERIO FRANCÉS

Pese a Percier, a Fontaine y al propio David, el estilo imperio no hubiera nacido sin la gran personalidad de Napoleón. El dio a Francia una prosperidad nunca conocida hasta entonces, imponiendo al mismo tiempo el culto a su persona y un reconocimiento a sus ansias expansionistas. Napoleón actuó siempre como emperador; las glorias militares cantadas por la historia y el triunfo de los grandes emperadores fueron el motivo inspirador de todos sus actos. Consiguió un imperio, y necesitaba un estilo que perpetuara esta gloria. Supo rodearse de grandes arquitectos, arqueólogos y artistas que le acompañaron por Italia y Egipto. Nació así un estilo clásico, más puro y sobrio que el Luis XVI. Un estilo con la riqueza y fastuosidad de todos los que le precedieron, pero más contenido, menos pueril y amanerado para las lámparas en el neoclásico.

Y aparecen, consiguientemente, nuevos temas decorativos, algunos de ellos de marcada influencia egipcia, junto a los más característicos elementos helenísticos. Las cariátides griegas se juntan con las esfinges egipcias. Hay gran variedad de utensilios de guerra: escudos, cascos, arcos con flechas. carros de combate y otros motivos bélicos. en contraste muchas veces con los poéticos cisnes que lucen la curvatura de su elegante cuello, cuya cabeza sirve para sostener la virola de la bujía.

Lámpara estilo imperio

Fig. 86.- Lámpara estilo imperio. (Escalera de los Príncipes. Versalles)

El arte en bronce, durante la época del imperio, mantiene el mismo rango que conquistará durante los reinados de Luis XV y Luis XVI. Concretándonos a la lámpara, precisamos señalar unos determinados cambios que no dejan de tener singular importancia. En primer lugar, existe el hecho de que algunos orfebres se dedican, por primera vez en la historia de las artes suntuarias, a la exclusiva fabricación de la lámpara. Nace, pues, con exclusividad de oficio, profesión o artesanía artística, el lamparero o fabricante de lámparas. Comienzan también, técnicamente, los primeros procedimientos mecánicos, cuya evolución prosigue tenazmente todavía en nuestros días. Esto se inicia con la aparición de la pequeña moleta y el torno de buril, que son empleados en aquellas partes que lo permiten, como bordones líneas continuadas, molduras y frisos, dando un acabado más perfecto pero de fría regularidad, que deshumaniza la obra. Este procedimiento es empleado generalmente en las virolas, en las bases y capiteles de la columna y hasta en los fustes de las mismas.

Los artistas del imperio consiguen efectos nuevos al combinar, en feliz juego de contrastes, los adornos con las superficies lisas. Los primeros siempre son de muy poco relieve. Esta forma de realizar, completamente característica del estilo, acusa la riqueza y perfección de la obra, máxime cuando en el juego se alternan, con gran acierto, las partes mates con las brillantes. El color amarillo rojo del oro es también sustituido por el oro limón.

Lámpara estilo imperio

Fig. 87.- Lámpara estilo imperio. (Palacio Prinz Karl. Berlín). (Destruida en 1945)

Repetimos: hasta llegado el imperio ningún estilo gozó de tan variados tipos de lámparas. Más fieles que sus antecesores los neoclásicos franceses, los proyectistas del imperio imitan, o mejor, se ajustan a formas romanas más puras. En tipos mixtos de bronce y cristal, la variedad es asombrosa, sin que por ello deje de realizarse también un considerable número de modelos exclusivamente en bronce. La diversidad de formas es, insistimos, algo realmente extraordinario (86-87-88-89-91-96).

Los apliques también nos ofrecen una variada gama de tipos, con notables diferencias entre sí. Hay un modelo que, por su sencillez, se ha cultivado mucho. Es una corona de hojas de laurel o roble, que parte de la pared horizontalmente, colocándose en la parte alta de dicha corona las virolas (94).

El imperio es sin duda el estilo que mayor gloria y prestigio ha dado a la lámpara de bronce. Fue una época que llenó los palacios y las mansiones de los ricos burgueses de espléndidos ejemplares en toda Europa y que además dispuso de grandes proyectistas y realizadores que dieron enorme variedad a sus obras. De entre éstos es preciso destacar a Philippe Thomire, ya conocido en tiempos de Luis XVI, de quien los más importantes palacios de Francia guardan magníficas obras; Chaumont, especialista en lámparas, al igual que Valentín, especializado también en candelabros, además de los Biennais, Henry
Auguste, Odiot y Nicolás Bouto, proveedores de la corte.

Lámpara estilo imperio

Fig. 88.- Lámpara estilo imperio. (Gran-Trianon)

Lámpara estilo imperio

Fig. 89.- Lámpara estilo imperio. (Gran-Trianon)

Modelo típico, igualmente, es aquel de cuyas placas realizadas en marcado estilo grecoromano parten los brazos en forma de cisnes, mientras otros muestran figuras femeninas que sin duda representan la victoria, sujetando en sus brazos antorchas, o uniéndolos para sostener una pieza en forma de cesta de donde parten los brazos para la luz(95). Por entonces se intensifica el interés hacia el sobremesa llamado Bouillotte, que apareció estando ya muy avanzado el estilo Luis XVI y que ahora se interpreta con los elementos propios del imperio.

Consta de un plato base, sobre el cual descansa una pequeña columna de cuya parte alta salen los brazos para la luz, generalmente cisnes que en su cabeza sostienen la virola. Todo él está montado sobre una varilla, a lo largo de la cual se desliza una pantalla regulable por una llave. La pantalla es de chapa metálica y pintada, frecuentemente, de verde. En la construcción de estas piezas se empleó mucho la moleta de acero, que consiguió bellísimos acabados. Los mencionados sobremesas tuvieron mucha aceptación en su época y siguen siendo muy estimados en nuestros días, hasta el extremo de figurar con frecuencia en los catálogos de las grandes fábricas actuales(92).

Candelabro estilo imperio

Fig. 90.- Candelabro estilo imperio. (Salón de los Espejos. Gran-Trianon)

Lámpara estilo imperio

Fig. 91.- Lámpara estilo imperio. (Diseñada por K. Fr. Schinkel. 1824-1826)

Bouillotte estilo imperio

Fig. 92.- Bouillotte estilo imperio. (1824-1830)

Candelabro estilo imperio

Fig. 93.- Candelabro estilo imperio. (Cámara del Rey, Gran-Trianon)

Como piezas más características del estilo, en candelabros y candeleros, señalaremos, en el primer caso, el modelo parecido al aplique arriba descrito, al llevar como principal motivo la figura femenina que parece simbolizar la victoria, y cuyos pies, en el candelabro, descansan sobre una bola que posiblemente quiere significar el mundo, bola que, a su vez, va sostenida por un pedestal de forma muy clásica. Las manos, al igual que en los apliques, sostienen antorchas, o bien se juntan sobre algún elemento que justifique la salida de los brazos para la luz (90). La misma figura, aplicada al candelero, lleva la virola, con su platillo, descansando sobre la cabeza.

Y, por último, recordaremos el conocidísimo tipo de columna, igualmente aplicado al candelero y candelabro, que en muy distintas formas y acepciones se prodigó en su tiempo. Esta columna o caña que los singulariza, descansa sobre bases que admiten infinita variedad de motivos y que muchas veces, si el tema lo requiere, descansan a su vez sobre patas de león (93). Para terminar, diremos que la carasterística principal, la más común en toda obra del estilo llamado imperio, es la simplificación de la estructura.

Aplique estilo imperio

Fig. 94.- Aplique estilo imperio

Aplique estilo imperio

Fig. 95.- Aplique estilo imperio. (Gran-Trianon)

Lámpara estilo imperio

Fig. 96.- Lámpara estilo imperio. (Gran salón de las Malaquitas. Gran-Trianon)

Lámpara reloj

Fig. 97.- Lámpara reloj. (Palacio de la Moncloa. Madrid)

Araña La fuente

Fig. 98.- Araña la «Fuente». (Dormitorio de la Reina. Palacio de Oriente. Madrid)

LÁMPARAS EN EL NEOCLÁSICO EN LOS PALACIOS REALES DE ESPAÑA

Hablar de las lámpara en el neoclásico en España, bien fabricadas aquí, bien importadas de otros países, es trabajo muy difícil. No solamente la importante colección de lámparas de procedencia romana del Museo Arqueológico de Madrid está por clasificar. Hay mucho material, posterior en diversas épocas, que espera lo mismo. Son ejemplos bien elocuentes y, por qué no decirlo, dolorosos, de la carencia casi total de estudios publicados sobre la materia.

Conocemos, y con gran agrado por cierto, un buen trabajo realizado por Paulina Junquera, seguramente el único serio llevado a cabo hasta ahora sobre la materia que nos ocupa y que fue publicado en la revista «Reales Sitios», editada por el Patrimonio Nacional, año 11, numero 3.

Araña del salón del trono

Fig. 99.- Araña del Salón del Trono. (Palacio de Oriente)

Lámpara de la biblioteca de la Reina

Fig. 100.- Lámpara de la Biblioteca de la Reina. (Palacio de Oriente. Madrid)

Dicho trabajo nos confirma que todas las más importantes lámparas de bronce de nuestros palacios reales son de procedencia francesa, creencia que, apoyada en nuestros conocimientos técnicos, veníamos sustentando desde mucho tiempo atrás. Unos trabajos en bronce de acabados tan perfectos solo podían hacerse en Francia, único país que por su gran tradición era capaz de realizar obras tan importantes. La perfección de tales lámparas no podían improvisarse ni podía nacer por generación espontánea, y en ello estábamos pese al criterio de no pocos autores que, siempre de pasada, afirmaban que estaban hechas en La Granja. Hacía falta, pues, que alguien, con la debida autoridad aclarara el equivoco.

Candelabro por Gouthier

Fig. 101.- Candelabro, por Gouthier. (Salón Gasparini. Palacio de Oriente)

Candelabro por Thomire

Fig. 102.- Candelabro, por Thomire. (Salón Gasparini. Palacio de Oriente)

No podremos, por tanto, hablar de las lámparas de nuestros Reales Sitios si no vamos guiados por la autorizada opinión de Paulina Junquera. Pues de su mano, vamos mencionar unos cuantos ejemplares de estas lámparas, comenzando por las del salón del trono del Palacio de Oriente, quizás la más antiguas y bellas de dicho palacio. Se trata de hermosos ejemplares fabricados en Bohemia y tienen toda la elegancia, gracia y feminidad que caracterizan a las lámparas del llamado estilo María Teresa. Fueron adquiridas en tiempos de Carlos III (99).

En el palacete de la Moncloa se conserva una lámpara Luis XVI de singular belleza. Es obra del gran artista francés Gouthier. Dejemos que nos hable de ella Paulina Junquera: «Los palacios reales de España atesoran algunas obras de tan excelente artista (Gouthier), entre las que destacaremos una lámpara reloj de bronce dorado que cuelga en el comedor de la Moncloa (97): consta de un cuerpo inferior semiesférico en el que aparece la esfera de un reloj en esmalte azul, con horas diurnas y nocturnas, signos del Zodíaco y calendario de días del mes y semana; pende de guirnaldas, de ramajes y tiene en el centro dos pájaros cantores provistos de un flautado que les permite cantar al sonar las horas y las medias. El autor de la parte mecánica de tan curiosa obra fue el francés Francisco Luis Godón, relojero de cámara de Carlos IV. En el salón Gasparini del Palacio de Oriente, se encuentran dos bellísimos candelabros del más puro estilo Luis XVI, obra también de Gouthier (101) y de Thomire (102).

Es conocida la admiración que Fernando VII sentía por Napoleón y por el arte francés, a cuya admiración debemos sin duda el poseer la magnífica colección de lámparas estilo imperio que lucen las mansiones reales españolas. Consecuente el rey, quizás por una sola vez en su vida, quiso que los grandes salones palaciegos se alumbraran con hermosas lámparas, y para ello trabajó con gran ahínco. Los más importantes talleres de Francia recibían constantemente encargos, y no solamente de lámparas, sino también de relojes y otros obietos artísticos de bronce.

La lámpara llamada «la fuente», que alumbra el dormitorio de la reina en el Palacio de Oriente, es obra donde el artista hace un derroche de fantasía, y contrasta, como casi todas las de este estilo que se adquirieron para España, con las de mayor sobriedad que quedaron en Francia. Dada su original belleza, creemos conveniente servirnos nuevamente, para describirla, de las palabras de Paulina Junquera, que habla sobre las lámparas en el neoclásico:

«Araña de 220 m. de altura y forma de fuente monumental. Cuerpo central de bronce dorado con cabeza de león, de cuyas lauces salen surtidores de cristal tallado, que se vierten en conchas, también de cristal, sostenidas por delfines de bronce dorado, apoyados sobre una plataforma del mismo metal. En el aro inferior, seis candelabros de siete luces en cada uno, sostenidos por sirenas, y entre ellos, doce de una sola vela. En el cuerpo superior, cadenas y arenas de cristal, palmetas de bronce y conchas de Cital. El interior, cuajado de colgantes de cristal tallado. Un mecanismo de reloj, firmado (Moinet ainé a Paris. Fecit 1829), colocado en el interior del cuerpo central, hacer mover los surtidores, simulando el agua caer. Vino de París en Febrero de 1830 y costó, con gastos de transporte y autorización de salida, 97500 reales de vellón»(98).

Araña monumental del salón de Gasparini

Fig. 103.- Araña monumental del Salón de Gasparini. (Palacio de Oriente)

Por nuestra parte, no podemos tampoco silenciar la gran lámpara de la llamada cámara de Gasparini, antigua cámara del rey. Tiene dos cuerpos circulares con dos series de velas y un total de 54 luces. Es una lámpara de aspecto majestuoso y de muy correctas proporciones (103).
Estas adquisiciones se hicieron por mediación de don Rafael Garreta, comerciante establecido en Madrid que se desplazaba con alguna recuencia a París para ultimar y vigilar los encargos. Por su intervención, vinieron a Maund la respetable cifra de 56 lámparas, entre los años 1827 y 1830. A estas remesas pueden añadirse unas 20 destinadas al Escorial y otros Reales sitios.

Araña neogótica

Fig. 104.- Araña neogótica. (Cámara Oficial. Placio de Oriente. Madrid)

Queda aclarado, con lo antedicho, que los más grandes artistas franceses se pusieron a las órdenes del monarca español, y que las lámparas y relojes por ellos disenados adornan los Palacios y Sitios Reales de España. El Romanticismo, que tanto se interesó por las costumbres y artes del siglo XIII, hizo aflorar, por los años 1830, un estilo inspirado en el gótico. Este estilo, como buen hijo de su siglo, duró poco tiempo. En la Cámara oficial del Palacio de Oriente existe una lampara neogótica.
Es una pieza de tamaño grande alumbrada con 60 luces. Lleva motivos de vidrios de colores en función de claraboyas, y gran profusion de colgantes de cristal tallado (aunque Paulina Junquera no nos indica su procedencia, la suponemos francesa) (104).

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