LAS LÁMPARAS EN LA EDAD MEDIA

Románico

La decadencia del Imperio romano y la disgregación de su cultura, significa el comienzo de un nuevo período en la historia del universo. Los pueblos germanos, dominadores de gran parte de Europa, ocupados en terribles guerras intestinas, tardaron varios siglos en comenzar la asimilación y conocimiento de la gran cultura que les había precedido, si bien es verdad que, como cosa de urgencia y para poder subsistir desde los primeros momentos, tuvieron que conservar determinadas instituciones de la administración romana.

Este gran cambio que Europa experimentó, había de alcanzar inexorablemente también a las obras de arte en todos sus aspectos. Referente a la lámpara de bronce, podemos decir que en los primeros siglos desaparece completamente. Lo mismo le sucede al alumbrado de aceite y grasas, tan corriente en la época romana, que , arrinconado, o voluntariamente olvidado, da paso nuevamente a la tea de madera resinosa, al sebo y a la cera. Terminada la época carolingia, a principios del siglo VII, la corte deja de ser el centro cultural del Imperio. La cultura se refugia en los monasterios y es en ellos en donde las ciencias, las artes y la literatura encuentran su acomodo.

Así pues, el arte del Occidente cristiano debe a los monasterios su conservación y más tarde su primer florecimiento. Cada monasterio de la época se esforzaba por desarrollar una economía lo más autártica posible y producir en sus propios terrenos todo lo necesario, pero si bien los monjes trataban las tierras que les circundaban para su propio mantenimiento, fue en otros aspectos, precisamente en el cultivo de las artes industriales, donde más se distinguieron.

La copia de manuscritos, efectuada por manos hábiles habituadas a la caligrafía y a la ilustración de libros -arte monacal por excelencia-; la fabricación de tejidos, vidrio, cerámica, escultura, arquitectura, orfebrería, fundido de campanas, etc., fueron trabajos realizados en los monasterios con uuna total dedicación y maestría por parte de los monjes. Siendo así, no es aventurado, pues, sacar la consecuencia de que las primeras lámparas y candeleros debieron salir de ciertos talleres monacales románicos.

Tenemos que remontarnos al siglo X para encontrarnos con el par magníficos candeleros en plata, con baño de oro, y que hoy se conservan en la iglesia de Santa Magdalena de Hildseheim (Alemania). Estas piezas; arquetipo de gran parte de los candeleros románicos, fueron destinadas a decorar la tumba de San Bernardo, en la Iglesia de San Miguel, y salieron del taller del orfebre Bernardo, de Hildesjeim. Candeleros que tienen una altura de 46 cm, y que son anteriores al  año 1022.

Candelabro para el culto

Fig. 1. Candelabro para el culto. Realizado para el convento de Gloucester,. Mediados del siglo XII. (Museo Victoria y Alberto. Londres.)

Más adelante por los años 1104 a 1143, el abate Pedro de Gloucester donó a su convento un candelero, también para altar, que puede calificarse como descendiente directo de los candeleros de San Bernardo. Tiene una altura de 51,5 cm y la base está sostenida por tres pies en forma de dragones, cuyas cabezas descansan en el suelo. Es éste un motivo que la escuela del Mosela adoptarán más tarde, según muestran los tres candelabros del mismo estilo que se conservan en Milán Reims y Praga. En el pie, la caña y la arandela, se mezclan confusamente los elementos ornamentales compuestos de figuras humanas y de animales. Fue construido por el orfebre Rainero de Huy y se conserva EN el museo Victoria y Alberto, de Londres (1)

Son también muy conocidos la pareja de candeleros del convento de Kremsmuster, a los cuales se les da el nombre de «Candelabros de Tassilo». Datan del año 1000. El ornamento de su base es una serie de pequeños y grandes leones ejecutados en alto relieve. Una cinta se ciñe a la caña en forma de espiral, interrumpida por res nudos. Son de cobre dorado con incrustaciones de plata. Fueron creados en el momento en que el románico iniciaba su apogeo. Y es por entonces, más concretamente en el siglo XII, cuando comienza a emplearse el bronce para las grandes obras.

En Italia, Barisams, Bonano y Jacopo, fundieron puertas en bronce para varios templos, y un siglo después Simeón, Valls, Guillermo Goncester y Guillermo Torrell, fundieron notables esculturas en Inglaterra. Simultáneamente, en la región del valle del Monsela se forma el gran centro en donde aparecen excelentes maestros de la orfebrería y fundición de metales, con lo que nace la llamada escuela del Mosela.

Uno de estos maestros fue el Rainero de Huy anteriormente nombrado, quien además del candelero a que aludíamos, conservado en el Museo de Victoria y Alberto, de Londres, realizó en bronce muchos y muy bellos objetos, verdaderas obras de arte, entre ellas una pila bautismal, que se encuentra en la iglesia de San Bartolomé de Lütich, Lorena. También su discípulo, Godofredo de Claire, platero esmaltador y gran maestro de la fundición, realizó importantes y variadas obras, por lo que muy bien puede ser considerado como el artífice más completo de la época románica.

Es a partir de primeros del siglo XII cuando aparece un nuevo tipo de candelero de altar. Son candeleros mucho más bajos, pues su altura oscila entre los 12 y los 35 cm. La mayor parte de ellos carecían de caña, y así llegaba a juntarse la base con la arandela (los que la tenían la usaban extremadamente corta). Ya la ornamentación era más serena, más equilibrada y completamente simétrica, lo que demostraba claramente cierta influencia romana (2).

También se realizó por entonces otro tipo de candelero, éste dedicado en exclusiva a iluminar el hogar. El tamaño es similar al de los anteriores, pero el tema es completamente distinto.

Candeleros para el culto

Fig. 2.-Candeleros para el culto. Estilo románico. Adornos esmaltados y grabados. Segunda mitad del siglo XII. (Museo de la Catedral de Halberstadt.)

Candelero románico

Fig. 3.- Candelero románico. Siglo XIII. (Kunstgewnbemuseum. Alemania del Norte.)

El más generalizado de ellos presenta jinetes montando en dragones, caballos o leones, y llevando en una de las manos, como lanza, la arandela donde descansa el cirio (3).

Se ignora la época en la que reapareció el candelabro de siete brazos, aunque en el siglo II se encuentran representaciones de él en vasos, sarcófagos y hasta en las mismas catacumbas. El más antiguo candelabro de que tengamos referencia, data de los años 978 a 1011. Se trata precisamente de una representación de la Menorah y su forma se ajusta exactamente a la descripción dada por Moisés.

Es una pieza de tamaño respetable, aunque no de los mayores en su clase, ya que algunos llegan hasta los 5 metros; es de bronce fundido y se conserva en la Catedral de Essen. Se trata del candelabro básico que sirvió de inspiración a multitud de orfebres y que, con infinidad de variaciones, incluso llega a nuestros días (4).

Candelabro de siete brazos

Fig. 4.- Candelabro de siete brazos. Siglo X. (Catedral de Essen.)

Candelabro de siete brazos

Fig. 5.- Candelabro de siete brazos. Obra medieval, por los años 1200. Altura 4’70 m, sin la base de mármol. (Catedral de Milán)

En el Duomo de Milán se encuentra el candelabro llamado «L»Arbor Virginis», el cual es atribuido al arte de Nicolás de Verdú. Es una colosal pieza de 4,70 metros de altura, con gran finura de detalles y un delicado ritmo en sus líneas. Está considerado como uno de los más bellos candelabros de este tipo, y es muy probable que pertenezca a la escuela del Mosela (5).

En las miniaturas románicas y bizantinas de los siglo IX y X, aparecen lámparas en forma de vasos de cristal o de barro, suspendidas por tres cadenetas. Esto nos indica que ya, en esta época por lo menos, se había vuelto al uso de la lámpara de aceite. Y sabemos que , más adelante, este tipo de lámparas fue adoptada por la iglesia y sus órdenes monásticas para el alumbrado permanente del Sagrario.

Es de suponer que la lámpara de aceite no llegara a desaparecer de Bizancio, y ello explicaría su posible adopción por parte de los pueblos románicos.

La lámpara colgante en forma de corona, aparece a primeros del siglo XI. Como prototipo de esta lámpara destaca la realizada por el orfebre Bernardo de Hildesheim, que fue destruida en el siglo XVII, y se supone que la lámpara realizada por el orfebre de Hézillon (1054-1079) para la Catedral de Hildesheim no es sino la exacta y fidedigna copia de aquella. Está inspirada en un pasaje del Apocalipsis:

«Y me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo desde Dios, en posesión de la gloria de Este. La luz que irradiaba era semejante a la más preciosa de las piedras, a un jaspe cristalino; tenía una muralla grande y alta con doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y unos nombres inscritos que eran los de las doce tribus de los hijos de Israel. De la parte de oriente tres puertas, de la del nato tres puertas,  de la del ocaso otras tres. Y la muralla de la ciudad tenía 12 piedras fundamentales, y sobre ellas los nombres de los 12 apóstoles del COrdero»(Ap. 21, 10-14).

Se compone de un cerco de cobre dorado de seis metros de diámetro y lleva, según lo descrito, doce torrecillas alternando con doce puertas. La parte intermedia, comprendida entre puerta y torrecilla, está cubierta de un entrelazado calado, de cuya parte alta salen tres cirios. En total, esta lámpara suma 72 luces (6).

Lámpara románica de la Catedral de Hildesheim

Fig. 6.- Lámpara románica de la Catedral de Hildesheim. Segunda mitad del siglo XI

LÁMPARA BIZANTINA

La penetración de los pueblos germanos en Europa obligó a la civilización romana a refugiarse en el Imperio de Oriente, transformando después en Imperio bizantino. Fue allí, en la corte imperial, en donde se conservaron muchos valores de la cultura y el arte romanos, pero oriente influyó en gran manera sobre las clásicas concepciones del arte occidental. Resultado de estas dos tendencias, oriental y occidental, fue el estilo bizantino. Allí, desde que la religión cristiana fue instaurada como religión del estado, innumerables lámparas alumbraron la fe oficial y brillaron en todos los templos. Constanino ofreció a las iglesias de Roma dos candelabros y dos lámparas de gran tamaño, realizadas en oro. Y el interés de Constantino por dotar a las iglesias de su imperio de lujosas luminarias fue compartido también por algunos papas, en particular Leon III.

El tipo de lámpara bizantina difiere poco de la románica en lo que a la forma se refiere. Solo en la ornamentación es distinta, ciñéndose por completo a su estilo peculiar. Los adornos, al igual que en las lámparas musulmanas, son de escasísimo relieve, por lo que parecen estar hechos a buril. Las cañas de algunos candeleros llevan una o dos piezas de cristal de roca, combinadas con otras de bronce. Los esmaltes también se emplearon en la ornamentación de candeleros y candelabros

Lámpara Gótica

La evolución social iniciada a fines de la Edad Media, tiene una gran repercusión en todas las artes santuarias, y en particular en las lámparas. Hasta entonces, podemos decir que tanto la iglesia como las órdenes monásticas absorbían casi completamente todas las actividades de los orfebres. Pero en el siglo XIV, ya en pleno período gótico, los comerciales y artesanos no solamente aumentaron en número como tales, sino que llegaron a disponer de los medios económicos necesarios para permitirse determinados refinamientos en la intimidad de sus hogares. Los orfebres crearon entonces el tipo de lámpara adecuada a las necesidades de este nuevo estrato social.

Candelero típico de Limoges

Fig. 7.- Candelero típico de Limoges. Adornos esmaltados y grabados. Segunda mitad del siglo XII. (Museo de Cluny. París)

Candeleros y candelabros, realizados en metales preciosos, quedaron delimitados como privilegio exclusivo de la iglesia y la nobleza, mientras que los de cobre, bronce y hierro eran destinados a la burguesía.

Son esos los momentos en que Lübek y Dinan adquieren la categoria de grandes centros productores de lámparas, al tiempo que Limoges sigue aumentando su prestigio con los maravillosos esmaltes que le dieron fama universal (7).

Aparece, pues, acorde con las nuevas necesidades, el tipo de candelero portátil, cuyas características responden a la función a que eran destinados. Los más altos no pasan de 30 cm. de altura, y todos, invariablemente, son completamente lisos.

Un candelero típico del momento, representaba una estatuilla con los brazos en cruz, cuyas manos sostenían las arandelas. La base solía descansar sobre patas de animales muy estilizadas (8).

Las lámparas colgantes laicas, adoptan las nuevas formas del estilo gótico y se acomodan, por sus proporciones y tamaño, al lugar para el cual han sido concebidas. Como prototipo de esta clase de lámparas, podemos señalar la conservada en el Museo de Artes Decorativas de París. Sobre un cuerpo torneado, ancho y de forma aplastada, descansa una arquitectura típicamente gótica. De ella salen seis brazos con sus correspondientes arandelas. De la parte alta, enlazándose graciosamente con los elementos de la parte arquitectónica, salen tres brazos más, y al final de la caña, como remate del conjunto, vemos un águila con las alas abiertas, como disponiéndose a iniciar el vuelo; la anilla de la lámpara va sobre la cabeza del águila (9)

Fig. 8.- Candelabro gótico. Obra de Alemania del Sur. Finales siglo XIV. (Bayerisches Nationalmuseum. Munich.)

Fig. 8.- Candelabro gótico. Obra de Alemania del Sur. Finales siglo XIV. (Bayerisches Nationalmuseum. Munich.)

Fig. 9.- Lámpara flamenca, estilo gótico. Siglo XV. (Museo des Arts Decoratifs. París)

Fig. 9.- Lámpara flamenca, estilo gótico. Siglo XV. (Museo des Arts Decoratifs. París)

Otro tipo de lámpara, también muy característico de la época y que influyó notablemente en las del Renacimiento, muestra la caña completamente lisa y de un movido torneado, que se ensancha en la parte baja para poder recibir seis brazos, de cuyas lisas y redondas ramas parten unas hojas aplastadas, de poco relieve y muy estilizadas. De la parte más alta salen seis brazos más pequeños, y al final de la caña, rematando la lámpara, la imagen de una Virgen ostenta sobre su cabeza la imprescindible anilla que ha de sujetar todo el armazón al techo. Es un ejemplar procedente de Flandes (10). Tanto esta como la (9) son dos lámparas muy típicas y representativas de su época.

En las iglesias persiste la lámpara en forma de corona, pero con algunas variaciones. Se exhibe junto a pequeñas lámparas de aceite que están destinadas a alumbrar permanentemente el altar y que no eran sino sencillos recipientes en su acepción más simple. Hacemos constar que también existía otro tipo de lámpara de altar, excepcional ésta en su complicado diseño. La formaban una serie de elementos arquitectónicos variables en su abundancia y riqueza, que a veces llegaban a convertirla en diminuta catedral gótica (11)

En este período nos da a conocer también una nueva forma de alumbrado que supone el aplique de pared, aparecido en las postrimerías de la Edad Media, y que, en los hogares de la época, comenzaron colocándose a ambos lados de la chimenea.

Fig. 10.- Lámpara gótica. (Escuela del Mosela.) Finales siglo XV.

Fig. 10.- Lámpara gótica. (Escuela del Mosela.) Finales siglo XV.

Fig. 11.- Lámpara gótica. (Sirena.) Siglo XIV

Fig. 11.- Lámpara gótica. (Sirena.) Siglo XIV

En este período nos da a conocer también una nueva forma de alumbrado que supone el aplique de pared, aparecido en las postrimerías de la Edad Media, y que, en los hogares de la época, comenzaron colocándose a ambos lados de la chimenea.

   A últimos de la Edad Media comienzan a ser usados en algunos países, particularmente en Italia, los faroles destinados a alumbrar las puertas que daban acceso a las grandes mansiones.

Nuevos tipos de faroles, dedicados a alumbrar las procesiones religiosas, aparecen hacia el siglo XV. Solían ser de cobre batido, plata o hierro. Su estructura, según lo indicado para sus funciones, era ligera. La llama, como en tiempo de los romanos, iba protegida sencillamente por una piel de vejiga o por láminas de cuerno. Estos faroles sustituyeron a las antorchas, usadas todavía por entonces.

   También se usaron pequeños faroles portátiles de gran sencillez en su mayoría, que, como en épocas pretéritas, sirvieron para facilitar los desplazamientos nocturnos.

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